miércoles, 25 de mayo de 2011

"See you, space cowboy".




Pretendía yo, finiquitar el asunto de mis cinco libros, pretendía tomarla hoy (de hecho ayer) con el ya citado señor Cortázar; meterme a saco con su Rayuela y escarbar a ver que sacaba, pero resulta que tamaña prospección literaria requiere (por cojones) una relectura, aunque sea en diagonal, del fantástico laberinto de espejos, recortes de prensa y cajetillas de cigarros que supone la obra cumbre del gran cronopio.


“Y no te ha apetecido.” Os estaréis suponiendo a estas alturas, no muy equivocadamente... Realmente me apetecía, pero resulta que andaba yo enfrascado en la lectura de una novela de un tal Lérmontov, una historia fragmentada de épica romántica que titula “Un héroe de nuestro tiempo” y una vez acabada tuve un sueño muy extraño. Jugaba a los dardos y hablaba de la susodicha novela, era una sala de estar espaciosa, conversaban conmigo Raskólnikov y Chris Stevens (el locutor de radio de “Doctor en Alaska”), bebíamos cerveza y cantábamos canciones de Extremoduro. Al trincarnos los dos casquillos me ofrecí a bajar al chino de la esquina a por más birra. Chris se me quedo mirando y no pudo evitar echarse una carcajada a mí salud. “¿Al chino de la esquina?¿A caso sabes dónde estamos?” me preguntó dejando escapar una risilla socarrona. Yo negué con la cabeza, no tenía ni idea. Rodion suspiró. “Estás a bordo de la Bebop”.


Dejando las lecturas freudianas al margen he de decir que me hizo gracia el sueñecito. Tanta que lo voy a usar como guía de contenidos para el blog. Sí. He decidido hablar de Cowboy Bebop, del último disco de Extremoduro, de Doctor en Alaska, de Crimen y Castigo y de Jim Jarmusch.


Ya, Jim Jarmusch no sale en mi sueño, pero recordemos dos cosas amigos:


1º-. Ghost Dog, Dead Man, Coffe & cigarettes, Down by law y Extraños en el paraíso son peliculones, que me dan pie a hablar de gentes tan geniales como Benigni, Tom Waits o Neil Young.


2º-. Este blog es mío, ergo, hago lo que me da la gana, cuando me da la gana y como me da la gana. Cómo si me da por ponerme a reseñar tebeos de Superlópez...


Así que sin más preámbulos empecemos:


¿Quién es Shinichiro Watanabe? Si vuestra respuesta ha sido: “Un chino de nombre impronunciable” sumaos un punto. Estáis en lo cierto. O casi.


Watanabe es un director de animación japonés, ojo, director, que no dibujante. La verdad es que intentar acercarse a este tío puede resultar difícil; para mí por lo menos lo fue. Tengo (o tenía) cierto prejuicio, me cuesta aceptar que un anime puede ser algo más que un entretenimiento ramplón y simplón. (Y conste que lo digo como confeso devoto que soy de los Frank Millers, Alan Moorres y Warren Ellises del mundo).


Hay mucho amante del manga, mucho “otaku” que encumbra series de mierda. Que si Hellsing, que si Death Note, que si Evangelion y que si la rehostia en conserva. Es una chorrada, Pokemon es Pokemon, no mitifiquemos, abstengámonos de dar el estatus de “obra de arte” a un mata-tiempo...


Con esa idea me puse yo a ver Cowboy Bebop. A los cuarenta segundos ya me lo estaba replanteando. ¿La razón? Una intro brutal, trompetas, saxo, unos bongos y un bajo molón, haciendo una autentica jazz jam. Te quedas irremediablemente prendado, piensas en Charlie Parker, y en Tom Waits y según vas viendo más y más te das cuenta de que no estabas muy equivocado.

( Compruébese: http://www.youtube.com/watch?v=T6zDfxZ4NcE )

Cowboy Bebop es cine negro con toques de espagueti-western, una estética steampunk y una banda sonora maravillosa. MARAVILLOSA. Repito. MARAVILLOSA. Y es que si algo hay que destacar de la serie en cuestión es la gama de sonidos que marcan el tempo y ritmo de los combates, persecuciones y escenas de bar que se van sucediendo. Nos topamos con el blues más puro de armónicas lastimeras, funk de bajo peleón, jazz con saxos enarbolados o incluso con folk-rock muy en la linea de Neil Young. Una autentica joya.


Las animaciones no desmerecen, los personajes se mueven de forma coherente, gesticulan, parpadean, su pelo hondea con el viento... Puedes sumergirte en la historia, creerte que los cuatro trazos que delimitan las figuras del protagonistas son lineas de carne y hueso.


El argumento es sencillo. Watanabe no se complica y hace bien, entiende que los clichés son clichés porque bien usados funcionan. Cowboy Bebop narra las aventuras de unos cazarrecompensas, los aguerridos tripulantes de la nave espacial “Bebop”, así bautizada por la admiración que el capitán (un rudo ex-policía de nombre Jet) siente por la figura del gran Charlie Parker.


La Bebop pues, se convierte en el eje en torno al cual las vidas de los protagonistas se articulan. La figura principal correspondería (por carisma, más que por peso en la trama) a la alargada sombra del joven Spike Spiegel, antiguo criminal que intenta dejar su turbio pasado atrás fingiendo su muerte y rehaciendo su vida como cazarrecompensas. Es un personaje que irradia patetismo, embutido en un traje arrugado, dando caladas nerviosas a un cigarro a punto de partirse, pero bajo esa coraza de cinismo narcisista nos encontramos con un romántico, con un hombre al que su pasado impide vivir como quisiera; sólo la esperanza, el creer que es posible superar los errores y rehacerse le hace seguir adelante.


Y es que en el fondo de eso va Cowboy Bebop. De mirar con un ojo al pasado y con el otro al futuro. Los tripulantes de la Bebop son unos desheredados, unos fuera de la ley que buscan encontrar otra oportunidad...


Jet (el ya citado capitán) que perdió el brazo en sus años en el cuerpo, años en los que conoció el desamor y la traición; Faye, la femme fatale del grupo, criogenizada a principios del siglo XXI despertó en un mundo que no era el suyo sin recordar nada de su vida anterior, debía dinero a propios y extraños y se vio empujada a la mala vida... Como contrapunto cómico tenemos a Edo, una joven genio de la informática que se pasa las tardes tumbada a la bartola jugando al ajedrez con el perro de la nave, Strut.


El motor de la trama es la supervivencia de los personajes, son capítulos cortos, de veinte minutos y autoconcluyentes. Flashbacks que se van alternando con misiones de busca y captura. El resultado: una de las mejores piezas del cine negro de finales del siglo pasado. Combates marciales que parecen sacados del Furor del dragón, lánguidas conversaciones en la barra de un bar que podría perfectamente protagonizar Humphrey Bogart, naves espaciales ardiendo más allá de Orión...


Es un cóctel perfecto, que se agita solo.




I think it's time we blow this scene. Get everybody and the stuff together. Ok, 3,2,1 let's jam.”



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